nuestro patrono

Fray Mamerto Esquiú

Cuando en 1957, los primeros padres optaron por "nombrar" el colegio que fundaban para la educación de sus hijos, encontraron en la fe, en la humildad y en la valentía de un catamarqueño, frailecito franciscano, Fray Mamerto Esquiú, la síntesis acabada entre Vida, Fe y Cultura.

Había que dar respuesta a la historia y a las necesidades educativas. Clarificar valores, decirlos y defenderlos.

En una personalidad propia de un mundo de virtud, tres son los que aquellos padres fundadores distinguieron en Fray Mamerto Esquiú, para que a modo de raíz y sostén, vivificaran no sólo el quehacer educativo, sino primordialmente la mística e identidad institucional.

Es por ello que los invitamos a conocer el ser de nuestro Colegio, a través de la Verdad, la Justicia y la Libertad. Ellos surgen del ser de nuestro Patrono y son luz del Ideario del Colegio Esquiú.

Verdad

"Todo lo que soy y lo que valgo, si es que valgo alguna cosa, lo debo, después de Dios, al hábito de mi padre San Francisco".

Nacimiento

Fray Mamerto Esquiú nació en la localidad de Piedra Blanca, Provincia de Catamarca, el 11 de mayo de 1826. Fue hijo de don Santiago Esquiú y Doña María de las Nieves Medina. Recibió su bautismo el 19 del mismo mes ya que el pequeño nació delicado de salud. Se lo llamó Mamerto de la Ascensión, en homenaje a San Mamerto, en cuya festividad había nacido, y el misterio de la Ascensión del Señor, que ese año se festejó el mismo día. El hábito de San Francisco.

A los cinco años, Mamerto continuaba estando en un estado de salud muy delicado. Sus padres, en la medida de sus posibilidades habían agotado todos los recursos de la ciencia médica. Doña María de las Nieves hizo entonces una promesa que sería de trascendental importancia en la vida de su hijo: vestir al niño todos los días con el hábito de San Francisco. El pequeño Mamerto se vio enteramente recuperado al poco tiempo. La madre, agradecida a su santo protector, se apresuró a cumplir su promesa, y como no tenía una tela apropiada, ni las facilidades suficientes como para conseguirla, pidió al padre franciscano que había bautizado a su hijo, un hábito viejo que ya no usara para refaccionarlo y que le quedara al niño. Este fue el primer hábito que Fray Mamerto Esquiú usó y el único ya que lo llevó desde los cinco años de edad hasta el día de su muerte.